PERSONALIDADES TIPO A

Todos conocemos a alguien que parece vivir deprisa, como en modo acelerado o impaciente, capaz de interrumpirte si te alargas mucho en tus explicaciones, acabando tus frases, porque tiene prisa, tiene que ir a hacer otras cosas. Incluso come rápido, camina rápido, decide rápido (a veces sin pensar), podemos decir que todo lo hace deprisa, e incluso varias cosas a la vez, implicándose al máximo en todas ellas.

 Son además personas que viven para trabajar, siendo el primero en llegar, el último en irse y con una agenda sobrecargada de tareas, y si los demás no somos (según su criterio) lo suficientemente rápidos y eficaces para hacer nuestro trabajo, ya tenemos el conflicto liado: igual que se exigen el máximo a ellos, se lo exigen a los demás. Incluso sus vacaciones no son de relax, hay que aprovecharlas por ejemplo para hacer un curso de submarinismo.

La interacción con estas personas se complica aún más, pues no soportan que se les contradiga, y menos en público, todo es como un reto donde te argumenta y contra argumenta hasta que te hace abandonar tu postura por agotamiento. Se irritan fácilmente, pudiendo llegar a ser odiosos, hirientes y estallar en rabia. Son capaces de convertir incluso el ocio en una competición: un partido de pádel amistoso es una tensión porque lo tiene que ganar; una cena de amigos puede ser un reto para ser el más gracioso, y así con todo. 

La prisa (o el querer controlar el tiempo), la competitividad y el conflicto parecen definir a estas personas, las denominadas personalidades Tipo A.

Estas personalidades viven en continuo estrés y tiene una mayor probabilidad de padecer problemas coronarios, y sería conveniente que aprendieran a rebajar el ritmo y relajarse, utilizando para ello un programa de gestión de estrés.

Este tipo de programas pueden ayudarles a detectar qué les estresa y cómo afrontarlo; normalmente refieren que les enfadan ciertas reacciones de los demás, pero se puede aprender a cambiar el enfoque para reducir ese enfado y malestar y conseguir el objetivo buscado.

También es necesario que aprendan a delegar, pensando qué delegan y a quién. Si logran delegar las tareas repetitivas, monótonas, aquello que es más mecánico y menos importante, podrán lograr centrarse en lo que verdaderamente importa, avanzando en ello, siendo suficiente una supervisión de lo delegado, p.ej semanal o quincenal.

Al tener más tiempo para lo importante, también se logra más tiempo para un ocio personal relajado, y para la familia, que suele quejarse de que estas personalidades solo trabajan y no pasan tiempo juntos.

Y finalmente, aprender técnicas de relajación rápida también les resulta útil.

Por otro lado, trabajar o convivir con alguien así tampoco es fácil, por la presión que pueden llegar a transmitir y hay que tener mucha mano izquierda para saber manejar algunas situaciones, siendo conveniente el saber cómo marcar ciertos límites a esas exigencias.

Si te sientes reconocido en esta forma de relacionarte o estás muy cercano a alguien con estas características, unas sesiones de terapia breve pueden ser una buena orientación.

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