EL USO DE LA TECNOLOGIA EN LOS MAS PEQUEÑOS

La tecnología nos rodea y a los niños les encanta, pero ¿cuál es el papel de los padres ante esta situación?

La exposición a estas tecnologías afecta al desarrollo cerebral de los menores. Un mayor tiempo de exposición a estos dispositivos electrónicos, supone un mayor índice de miopía, déficit de atención, obesidad y depresión infantil. Los datos también sugieren que la exposición temprana y prolongada a la tecnología, puede afectar a la maduración de distintas estructuras y funciones de un cerebro aún en desarrollo.

A lo largo del desarrollo evolutivo de un menor, el cerebro primero logra fijar su atención en estímulos llamativos, en los que un niño pequeño se concentra, como un sonajero o un móvil sobre la cuna, es decir, objetos que se mueven tienen sonido o luces, que son los primeros que trabajan la capacidad de concentración y atención en el ser humano. Luego vienen objetos inmóviles, como los peluches o juguetes favoritos. Y finalmente cuando el autocontrol y la capacidad de concentrarse sigue aumentando, podemos llegar a prestar atención a profesores o libros más “aburridos”.

Este proceso descrito es el reflejo del desarrollo del lóbulo frontal del cerebro, que permite la capacidad de atención, planificación de la conducta y ser resistente ante las frustraciones de la vida. El problema es que los videojuegos pensados para niños no exigen un gran nivel de concentración, se basan en sonidos y luces llamativos, suponiendo el equivalente electrónico de ese primer sonajero o móvil sobre la cuna.

¿Qué uso de la tecnología resultaría adecuado según la edad de los chicos?

Hasta los 6 años, pueden hacer un uso puntual del dispositivo. Es habitual que les enseñemos fotos que tenemos guardadas, como si fuese el álbum de fotos de papel. Pero el uso del móvil debe ser siempre bajo supervisión, que no haya un acceso libre sino supervisado. Y que tampoco sea muy frecuente, para evitar que se acostumbren. 

Entre los 6 y los 10 años el uso del móvil, tablet, ordenador… debe centrarse básicamente para las tareas escolares. Fuera de este uso se necesitan normas claras y de estricta aplicación, como p.ej. un uso limitado de unos 45 minutos los fines de semana, no usarse en reuniones de familiares o con otros niños (para facilitar la interacción social), tampoco en salidas, visitas, excursiones… (para centrar la atención en otras actividades). Y por supuesto si en el momento de dejar el móvil, el menor no demuestra la madurez y autocontrol necesarios, sino que cae en enfados, pataletas, gritos… debemos entender que no se está realizando un uso sano del mismo y no podrá seguir usándolo hasta que aprenda a controlarse. Este autocontrol es el principal punto a lograr en este periodo evolutivo.

Entre los 10 y los 14 años, se observa que a mayor uso de los dispositivos mayor índice de fracaso escolar. Por lo tanto, debe seguir limitándose el uso de los videojuegos y otras apps para facilitar que el niño se acerque a otros intereses como la lectura o el deporte y asegurarse de que el tiempo de ocio digital ocurra sólo cuando se hayan terminado los deberes.

A partir de los 14 años, el uso de la tecnología está más extendido entre el grupo de iguales, con lo que el acento recaería sobre todo en vigilar que los contenidos que se visitan sean adecuados para el menor y de que siga existiendo un tiempo de ocio desconectado de la tecnología. Tampoco es bueno que se escude en los trabajos escolares para hacer un uso lúdico del móvil.

Y no olvidemos que también aprenden de lo que ven, por lo que el uso que nosotros como padres y adultos hagamos de la tecnología en nuestro tiempo libre será parte del ejemplo que aprenderán.

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