EL TIEMPO VUELA… SOBRE TODO DE ADULTO

Y hay una explicación neurofisiológica para ello.

Cuando uno es niño, tiene que almacenar una gran cantidad de información nueva. Recibimos un montón de información nueva desde nuestros órganos sensoriales y nuestro cerebro la procesa y clasifica de un modo que nos permita entender el mundo que nos rodea. Cuanta más información necesitemos procesar, más tiempo nos llevará, y así tendremos la sensación de que el tiempo pasa más lentamente. 

Sin embargo, de adultos, mucha de la información que almacenamos ya es de sobra conocida, apenas nos lleva tiempo y no nos supone un gran esfuerzo almacenarla, con lo que la sensación que tenemos es que el tiempo pasa más rápido. 

En otras palabras, el niño tiene por delante un nuevo mundo que descubrir, que entender, del que aprender… y eso requiere tiempo; la nueva información lleva más tiempo de procesar, que es por lo que parece que el tiempo transcurra más lento. El adulto ya tiene ese camino andado. 

¿Existe algo que podamos hacer los adultos para «frenar» el paso del tiempo? La respuesta sería introducir información nueva, información con la que nuestro cerebro no esté acostumbrado a trabajar, como por ejemplo, aprender un nuevo idioma, leer, hacer cursos sobre algo nuevo que no hayamos hecho anteriormente (cocina, pintura, informática..) conocer gente nueva, viajar a nuevos lugares… y tratar de sumergirnos en este nuevo proceso de descubrimiento, de aprendizaje. 

¿Te animas a probar algo diferente?