Vamos con algunas orientaciones para que las discusiones en el ámbito de pareja sirvan para algo y no nos quedamos encallados en las mismas.
Uno de los principales problemas es que, al discutir por algún desacuerdo, invertimos mucho tiempo en repetir situaciones pasadas, y así no se avanza. ¿Cómo podemos salir de este bucle? Lo esencial es quitar el foco de uno mismo, no avanzaremos si nos obcecamos en querer llevar la razón y acabar por encima, y si para ello nos liamos a sacar trapos sucios anteriores, aún menos. Para discutir, no te sientas atacado, trata de priorizar una escucha activa y empática, tratando de dar un propósito a esa discusión, que sirva para algo, buscando soluciones concretas para evitar repetir el bucle de reproches, de lo contrario volveremos a vernos inmersos en la misma situación de nuevo.
Así por ejemplo, si estamos enfadados, conviene aplazar esa discusión a otro momento, para evitar alzar la voz y faltar el respeto al otro. Este aplazamiento nos permite pensar sobre lo ocurrido, entenderlo mejor y poder solucionarlo mejor. Tampoco caigáis en hacer el vacío, ese muro de indiferencia y silencio que solo sirve para castigar a nuestra pareja.
Veamos un par de ejemplos:
Cónyuge 1: “¿Dónde has dejado el portátil? Nunca está en el sitio”
Cónyuge 2: “No es verdad, lo dejo donde puedo, donde hay sitio, que nunca te parece nada bien”
Otro:
Cónyuge 1: “¡Qué desordenada está la habitación! Siempre dejas la ropa en el suelo
Cónyuge 2: “No siempre está en el suelo, lo que tú nunca ves bien nada, siempre tienes una queja”
En estos ejemplos, no se han escuchado, se han puesto a la defensiva. No ha habido una verdadera escucha del problema, ni se ha entendido qué le molesta al otro o qué le pasa; es decir, no ha habido escucha activa ni empática, simplemente se ha puesto el foco en uno mismo, en sentirse atacado y querer defenderse. Además, se ha caído en el típico error de siempre/nunca, todo/nada… que solo agudiza la discusión y fácilmente puede traer a colación situaciones anteriores.
Veamos como podemos corregir estos ejemplos, tanto diciendo las cosas mejor como escuchando sin sentirse atacados, por ejemplo:
Cónyuge 1: “¿Dónde está el portátil? Es muy molesto cuando las cosas no están en su sitio, me agobia mucho”
Cónyuge 2: “Mira abajo, que vine con más cosas y lo dejé donde pude, pero no sé qué te pasa estos días, no te veo bien”
O por ejemplo:
Cónyuge 1: «La habitación está muy desordenada, es muy agobiante ver ropa tirada por ahí”
Cónyuge 2: “Vale, ahora/en un rato la recojo, pero te quejas mucho estos días, ¿te preocupa algo?”
Al decir las cosas mejor, sin generalizar, y al entender que el otro pueda estar tenso, empatizando con nuestra pareja, se facilita la comunicación y la búsqueda de soluciones al problema. Porque se entiende que el enemigo no es nuestro cónyuge, sino que somos un equipo y que ambos hacemos frente al “enemigo” externo, el problema.
Imágenes de Ulises León a través de Pexels y de Leah Newhouse a través de Pexels.