Este próximo martes 15 de abril es el Día Mundial del Arte y, aprovechando que soy un enamorado del mismo, hoy os dejo una entrada sobre las funciones del arte desde el punto de vista de la psicología. Espero que os guste. Personalmente las que más me gustan son las cuatro últimas.
El arte ayuda a nuestra memoria.
Porque el arte capta el momento acompañado de su emoción, para que no olvidemos lo que es relevante, lo que es importante de verdad. Como en Mujer de azul leyendo una carta, donde Vermeer plasma la emoción que esta futura mamá siente mientras lee la misiva.
Hoy en día, con la fotografía, nos resulta más fácil. Por ejemplo, podemos inmortalizar la alegría de una celebración de cumpleaños.
El arte nos trae esperanza.
Somos vulnerables a las cosas malas que ocurren en el mundo, nos afligen, nos apenan. Frente a este malestar, el arte nos trae esperanza, alegría, belleza… No se trata de frivolidad, sino de encontrar un motivo para seguir adelante. Las bailarinas de Matisse no vienen a decir que todo esté bien, que no hayan guerras o problemas en el mundo, no lo niegan, pero pueden tener un momento de alegría mientras bailan juntas.
El arte busca aliviarnos en los momentos duros, difíciles o tristes.
La vida tiene una parte de sufrimiento, de tristeza, de pesar… y hay que aceptarlo con dignidad. De alguna manera este tipo de arte buscaría aliviarnos ante estos momentos de pesar. Como Cristo en el monte de los olivos uno puede sentirse terriblemente solo antes de afrontar una tarea difícil pero inevitable, como tener que despedir a un ser querido en la cama del hospital mientras la vida sigue, o ir a firmar un divorcio y separarte de tu familia y tener que volver al trabajo al día siguiente. De algún modo, este tipo de arte viene a decirte que no estás solo y que puedes hacerlo.
El arte nos requilibra.
Tenemos muchas facetas, como muchos yoes que nos componen, y el arte nos viene a conectar con nuestras emociones positivas olvidadas, otorgándonos lo que nos falta en ese momento. Nos requilibra.
Por ejemplo, personas con un nivel de estrés laboral muy elevado, pueden sentirse atraídas por un arte más simétrico y ordenado, como el de la Casa Farnsworth o por la tranquilidad que desprenden ciertas obras como la Lechera de Vermeer;
O personas más materialistas pueden sentirse atraídas por un arte minimalista y austero, como Pared en Nápoles de Thomas Jones.
El arte nos ayuda en nuestro autoconocimiento.
El arte puede devolvernos esa faceta nuestra que nos resulta más evasiva, inaprensible, ayudándonos a identificar algo que es parte de nosotros pero que resulta difícil expresar con palabras o incluso pensarlo con claridad. Son ese tipo de obras con las que uno conecta al momento, sin saber por qué. Por supuesto las diferencias individuales van a estar a la orden del día.
Por ejemplo, alguien que se sienta solo y que no pueda explicar esa soledad a sus personas cercanas, porque es algo interior, inaprensible, podría verse atraído por Caminante sobre mar de nubes, de Friedrich.
El arte nos ayuda a crecer.
El arte amplía nuestra experiencia y nos permite acercarnos a aquello que, de entrada, consideramos ajeno y nos pone a la defensiva. Nos ayuda a abrirnos a la extrañeza de ciertos temas, a acercarnos un poco a ellos. Por ejemplo, los cuadros religiosos le dirán poco, o incluso le incomodarán, a un ateo; o a un ferviente luchador contra el clasismo, los cuadros de lords ingleses le cabrearán. Pero para crecer hay que aceptar que en el mundo hay actitudes distintas a la nuestra y conviene buscar un punto de identificación con aquello que de entrada rechazamos.
Por ejemplo, si La visión de San Bruno, de Ricci, nos cuesta porque la religión no nos va, podríamos llegar a conectar con esta obra sintiendo que ese ángel puede ser, de alguna manera, una figura paterna protectora, de apoyo, con la que nos gustaría poder contar. O que este petulante y soberbio lord inglés, Lord Ribblesdale de John S. Sargent podría conectar con momentos en que nos hemos sentido espectaculares y con el ego subido.
Apreciación.
Una última función del arte relacionada con la psicología, sería la apreciación. La rutina de nuestra vida diaria nos insensibiliza y el arte es una herramienta de sensibilización, nos libera de nuestra acostumbrada indiferencia.
Nadie se para a mirar unas latas de sopa de tomate, pero cuando te las ponen en un museo, te detienes y las miras, y vuelves a apreciar su diseño, colores, forma… como hizo Andy Warhol. Por cierto, no son las únicas latas, también tenemos las de cerveza de Jasper Johns, en bronce como pequeña escultura.
El arte nos enseñaría entonces a apreciar lo cotidiano, a volver a fijarnos en el día a día, como la ducha en Psicosis, el triciclo y la moqueta, o incluso el ascensor en El Resplandor, la escalera en El Crepúsculo de los Dioses, la katana en Kill Bill o la peluca en Con faldas y a lo loco.
Y no hay nada más cotidiano que nuestras relaciones, el volver a fijarnos en las expresiones de nuestra pareja, de nuestros hijos, en sus rostros, en sus emociones… Cuando el día a día de años de convivencia ha convertido a nuestra pareja en alguien a quien ya conocemos muy bien, nos hemos habituado y ya sorprende e ilusiona menos, el arte nos recuerda la magia y la ternura de los primeros momentos, para que los recuperemos, en obras como Dafnis y Cloe.
En conclusión.
Pensemos en un museo y sus diferentes plantas. Suelen estar organizadas en algo similar a esto:
PLANTA UNO: ESCULTURA GRECORROMANO
PLANTA DOS: PINTURAS Y TALLAS MEDIEVALES
PLANTA 3: RENACIMIENTO Y BARROCO
PLANTA 4: NEOCLASICISMO Y MODERNISMO
PLANTA 5: ARTE CONTEMPORANEO
Pero si el arte, más allá de un catálogo de datos históricos y técnicos, tiene que llegar al público, quizás podrían mezclarse las obras de diferentes épocas, organizando las plantas en algo parecido a esto:
PLANTA 1: SUFRIMIENTO
PLANTA 2: COMPASION
PLANTA 3: MIEDO
PLANTA 4: AMOR
PLANTA 5: TERNURA
PLANTA 6: AUTOCONOCIMIENTO
A ver si la próxima visita a un museo nos permite descubrir algo de todo esto.
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